No fue hasta que al abrir uno de mis ojos me cercioré de mi condición. Como un jirón sobre el sofá veía la emisión caducada con su típico soniquete y mientras alcanzaba el mando buscando las coordenadas numéricas del artilugio, el cinco del receptor me invitaba a la compra de no sé qué producto. El azafato se desgranaba bendiciendo las bondades del artículo: que si mira como brilla, que si parece imposible que hayas vivido sin esto, que si eres de los ocho millones primeros en llamar conseguirás la oferta de dos por uno (ni saben multiplicar) que si... ¡Cagüenlaputa..! Presioné uno tras otro los botones del mando a pesar que todas las programaciones repetían el modelo: compre, consuma, sea feliz, participe, ofertas, eres grande, te queremos, lo mejor que te pudo ocurrir..., renta, ganancia, provecho, lucro, género, producción, beneficio,  rentabilidad, rendimiento, fruto, resultado, utilidad, interés... Apagué la tele y seguí adormilado llegando a la conclusión de que la cajatonta a deshoras es más tonta aún, de esta suerte me idealizaba ilusionador feriante que me diera para pagar los plazos de mi JesExtender. Tonta y embaucadora.

Tras esta secuencia de teleproductos destinados a enardecer tu afán consumista y dado que los planos generales al contener mucha información son difíciles de comprender por el telespectador, os dejo este encuadre de gran penetración y sencilla interpretación (claro que... tendrás que volver a encender la tele).

1. Aprender a vivir sin tu madre (150 horas).
2. Mi mujer NO es mi madre (120 horas).
3. Entender que el fútbol no es otra cosa que un deporte (100 horas).

1. Tener niños sin volverse celoso (60 horas).
2. Dejar de decir sandeces cuando la mujer recibe a sus amigas (60 horas).
3. Superar el síndrome del mando de la tele (40 horas).
4. Entender que los pantalones nunca van solos hasta el armario (70 horas).
5. Cómo llegar hasta la cesta de la ropa sucia sin perderse (70 horas).
6. Cómo sobrevivir a un resfriado sin agonizar (80 horas).

1. Etapas en el planchado: Quemaduras y posiciones posturales frente a la plancha. Por qué el vapor no se regenera.
   Ejercicios prácticos: Planchar una camisa en menos de dos horas.

1. Nivel 1 (principiantes): Los electrodomésticos: ON encendido, OFF apagado.
2. Nivel 2 (avanzado): Mi primera sopa instantánea sin quemar el cazo.
   Ejercicios prácticos: Hervir el agua antes de añadir la pasta.

A mi hijo, que va pa los cincuenta, lan diagnosticao que padece el Síndrome de Atención Deficiente Activao por la Edad (SADAE). Yo creo que la vida que lleva en la ciudá no es na sana; si subiera quedao en el pueblo estaría como yo, hecho un roble, mis amigotes, mis chaticos de vino y mis dos horicas de dominó. Esto es vivir, oyendo los pajaricos a toas horas. En fin, os dejo la carta que ma remitio donde cuenta cómo se la manifestao, y recordaos que tanto humo no pué ser na bueno:

"Decidí lavar el coche. Al ir hacia el garaje, vi que había correo en la mesita de la entrada. Decidí echar un vistazo a las cartas antes de lavar el coche. Dejé las llaves del coche en la mesita, fui a tirar los sobres vacíos y los anuncios en el cubo de la basura y me di cuenta de que estaba lleno. Decidí dejar las cartas, entre las que había una factura, en la mesita, y llevar el cubo a vaciar en el contenedor.

Entonces pensé que, ya que iba al contenedor, podía pagar la factura con el cheque y echarlo en el buzón que estaba al lado del contenedor. Saqué del bolsillo el talonario de cheques y vi que sólo quedaba uno. Fui al despacho a buscar otro talonario y encontré sobre la mesa la Coca Cola que me estaba bebiendo y se me había quedado olvidada.

Retiré la lata para que no se vertiera sobre los papeles y noté que se estaba calentando, por lo que decidí llevarla a la nevera. Al ir hacia la cocina me fijé en que el jarrón de flores de la cómoda de la entrada estaba sin agua. Dejé la Coca Cola sobre la cómoda y descubrí las gafas de cerca que había estado buscando toda la mañana. Decidí llevarlas a mi escritorio en el despacho y, después,  poner agua  a las flores.

Llevé las gafas al despacho, llené una jarra de agua en la cocina y, de repente, vi el mando del televisor. Alguien se lo había dejado en la mesa de la cocina. Me acordé que la otra noche lo estuvimos buscando como locos: Decidí llevarlo al salón, donde debía estar, en cuanto pusiera el agua a las flores.  Eché un poquito de agua a las flores y la mayor parte se derramó por  el suelo. Por lo tanto, volví a la cocina, dejé el mando sobre la mesa y cogí unos trapos para secar el agua. Fui hacia el salón tratando de recordar qué es lo que quería hacer con estos trapos...

Al final de la tarde el coche seguía sin lavar, no había pagado la factura, el cubo de la basura estaba lleno, había una lata de Coca Cola caliente en la cómoda, a las flores les faltaba agua, seguía habiendo un solo cheque en mi talonario, no conseguía encontrar el mando de la tele ni mis gafas de cerca, había una fea mancha en el parquet de la entrada y no tenía ni idea de dónde estaban las llaves del coche. Me quedé pensando cómo podía ser que sin haber hecho nada en toda la tarde hubiera estado todo el rato danzando y me encontrara tan cansado".